Cuento: “El río que contaba cuentos al dormir”
En un rincón mágico de México, donde las montañas besan el cielo y los árboles susurran secretos al viento, había un río llamado Xochitli. Este no era un río común, ya que, además de fluir con aguas cristalinas y frescas, tenía un don especial: contaba cuentos al caer la noche. Los habitantes de la aldea cercana, que vivían entre las coloridas flores y los cantos de los pájaros, se reunían cada atardecer a escuchar las historias que el río les ofrecía, creando un lazo especial entre ellos y la naturaleza.
Una noche, mientras el sol se ocultaba tras las montañas, un niño llamado Diego se acercó al río. Tenía grandes ojos llenos de curiosidad y una sonrisa traviesa que iluminaba su rostro. “¡Xochitli! ¡Cuéntame una historia!”, exclamó emocionado. El río, que siempre respondía con una suave melodía, comenzó a murmurar:
“Érase una vez un pequeño venado llamado Nahui, que vivía en el bosque cercano. Nahui era muy ágil y veloz, pero tenía un gran miedo: no sabía nadar. Cada vez que llegaba al borde del río, su corazón latía rápidamente, y prefería regresar al bosque que arriesgarse a cruzarlo.”
Diego escuchaba atento, imaginando al venado con su pelaje brillante y sus ojos llenos de temor. “Un día, mientras Nahui buscaba alimento, se encontró con una tortuga sabia llamada Tonatiuh. Ella le dijo: ‘Nahui, el río es amigo de los que tienen valor. Si deseas cruzarlo, deberás confiar en tus habilidades’. Pero Nahui solo podía pensar en su miedo, y se marchó sin escucharla.”
“Pasaron los días”, continuó el río, “y un fuerte calor llegó a la región. Las plantas comenzaron a marchitarse y los animales tenían sed. Nahui se dio cuenta de que tenía que cruzar el río para encontrar agua fresca. Recordó las palabras de Tonatiuh y decidió enfrentarse a su miedo.”
Diego, intrigado, se imaginó al venado de pie frente al río, temblando. “Nahui se acercó a la orilla y, al ver las aguas brillar bajo la luz de la luna, sintió que su corazón latía con fuerza. ‘¡Voy a intentarlo!’ gritó, y dio un salto, cayendo en el agua fresca. Pero en lugar de hundirse, sintió que las corrientes lo sostenían.”
El río Xochitli sonreía mientras contaba. “Nahui se dejó llevar, descubriendo que nadar era más fácil de lo que pensaba. A medida que cruzaba, comenzó a disfrutar del viaje, viendo a los peces danzar a su alrededor. Finalmente, llegó a la otra orilla, donde encontró un manantial de agua fresca que relucía como diamantes bajo el sol.”
“Cuando Nahui regresó a casa, se sentía diferente. Ya no tenía miedo del agua. ‘Gracias, Tonatiuh’, susurró el venado, ‘ahora sé que puedo enfrentar mis temores’. Y desde ese día, Nahui nadaba feliz cada vez que el calor apretaba.”
Diego, con el corazón palpitante de emoción, aplaudió con alegría. “¡Qué valiente es Nahui! Aprendió a no temerle al río”, exclamó. El río, complacido, continuó: “Así como Nahui, todos podemos enfrentar nuestros miedos si encontramos la valentía dentro de nosotros. Recuerda, querido Diego, que siempre habrá un nuevo amanecer después de la noche.”
Mientras el cielo se llenaba de estrellas, Diego sintió que su propio miedo a la oscuridad se desvanecía. El río Xochitli lo había enseñado algo muy valioso: que enfrentar nuestros temores nos puede llevar a descubrir maravillas.
De repente, un pequeño grupo de luciérnagas iluminó la orilla del río, creando un espectáculo de luces danzantes. Diego, encantado, corrió tras ellas, sintiendo que la noche no era tan aterradora después de todo. “¡Gracias, Xochitli! ¡Gracias, Nahui!” gritó con alegría. “Esta noche será mágica.”
Los demás niños de la aldea, que se habían acercado atraídos por las historias del río, se unieron a él, riendo y corriendo, llenos de vida y sueños. La risa y la alegría se mezclaron con el suave murmullo del agua, creando una melodía que llenaba el aire de felicidad.
Con cada historia, el río fortalecía la amistad entre los niños, quienes aprendieron a apoyarse mutuamente. A medida que pasaban las noches, Diego y sus amigos comenzaron a compartir sus propios cuentos, inspirados por las historias del río, creando una tradición que perduraría por generaciones.
Y así, en el corazón de la noche, mientras el río seguía fluyendo y contando historias, los niños de la aldea se prometieron siempre recordar la valentía de Nahui y nunca dejar que el miedo les impidiera disfrutar de las maravillas de la vida.
Moraleja del cuento “El río que contaba cuentos al dormir”
No temas a la oscuridad, pues en cada miedo hay una lección escondida; la valentía nace cuando decides cruzar el río de tus temores y descubrir el brillo de tu luz interior.
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