Los niños que salvaron el bosque de los alebrijes

Los niños que salvaron el bosque de los alebrijes

Cuento: “Los niños que salvaron el bosque de los alebrijes”

Era una vez, en un pequeño pueblo llamado San Jacinto, rodeado de montañas y ríos cristalinos, donde los días eran cálidos y las noches, mágicas. Este lugar estaba lleno de colores y sonidos que parecían bailar en el aire. En San Jacinto vivían tres amigos inseparables: Sofía, una niña valiente con ojos brillantes como estrellas; Diego, un niño curioso que siempre llevaba consigo su libreta de dibujos; y Valentina, una soñadora que adoraba contar historias.

Un día, mientras exploraban un rincón del bosque cercano, escucharon un susurro que parecía venir de entre los árboles. “¿Lo oyeron?”, preguntó Sofía, frunciendo el ceño. “Sí, parece que alguien nos llama”, respondió Diego, abriendo su libreta para anotar la extraña experiencia. Valentina, intrigada, llevó su mano al corazón y dijo: “Tal vez sea un alebrije. ¡Vamos a averiguarlo!”

Los tres amigos siguieron el sonido, que los condujo a un claro iluminado por un rayo de sol que se filtraba entre las hojas. Allí, frente a ellos, apareció un hermoso alebrije de colores brillantes: su cuerpo era un mosaico de verde esmeralda y azul celeste, con alas que resplandecían como si estuvieran hechas de piedras preciosas. “¡Hola, pequeños amigos!”, dijo el alebrije con una voz suave y melodiosa. “Soy Zazil, el guardián de este bosque mágico”.

Los ojos de los niños se abrieron de par en par. “¿Cómo es que hablas?”, preguntó Diego, con la voz entrecortada de emoción. “Soy un alebrije, una criatura mágica creada de los sueños y la imaginación de los niños. Pero hay un grave peligro que amenaza nuestro hogar”, explicó Zazil, mientras sus alas vibraban como si temieran lo que estaba por venir.

Sofía, con su espíritu aventurero, preguntó: “¿Qué podemos hacer para ayudar?”. Zazil se posó suavemente sobre el suelo y les contó sobre un grupo de hombres que estaban talando los árboles del bosque para construir una carretera. “Sin los árboles, el bosque perderá su magia, y yo, junto con mis amigos alebrijes, desapareceremos para siempre”, dijo Zazil, su voz llena de tristeza.

Valentina, siempre lista para contar historias, se le ocurrió una idea. “¡Podemos hacer una gran fiesta para mostrarles a los hombres la belleza del bosque y los alebrijes! Tal vez así se den cuenta de lo importante que es proteger este lugar”. Los tres amigos asintieron con determinación. Tenían que actuar rápido.

Los días siguientes, Sofía, Diego y Valentina trabajaron sin parar. Decoraron el bosque con cintas de colores, flores y luces hechas de papel reciclado. Zazil, junto a otros alebrijes que fueron apareciendo, ayudaron a dar vida al evento. La noticia de la fiesta se esparció como un susurro en el viento, y pronto, el pueblo entero estaba invitado.

El día de la fiesta, el bosque brillaba más que nunca. Los alebrijes danzaban entre los árboles, y los aromas de la comida típica llenaban el aire. Los hombres que estaban a punto de talar los árboles se acercaron, intrigados por la música y los colores. “¿Qué es todo esto?”, preguntó uno de ellos, mirando a su alrededor con asombro.

“¡Bienvenidos a nuestra fiesta!”, gritó Sofía, alzando la voz por encima del bullicio. “Hoy celebramos la belleza de este bosque y de los alebrijes que lo habitan. Les pedimos que lo cuiden y lo respeten”. Diego, en un acto de valentía, se acercó a los hombres y les mostró su libreta llena de dibujos de los alebrijes. “Miren cuán hermosos son, ¿quién podría querer destruir su hogar?”.

Valentina, con su encanto natural, comenzó a contar una historia sobre un alebrije que salvó a un pueblo gracias a su valentía. A medida que narraba, los hombres se fueron llenando de emoción y, poco a poco, la idea de talar el bosque comenzó a desvanecerse en sus corazones.

La fiesta continuó con bailes, juegos y risas. Zazil, orgulloso de los niños, les susurró: “Gracias, amigos, su valentía y creatividad han tocado los corazones de estos hombres”. Finalmente, uno de ellos, el más anciano del grupo, se acercó a Sofía y dijo: “Tienen razón, este bosque es un tesoro que debemos proteger. Prometemos cuidar de él y dejar que los alebrijes sigan viviendo en paz”.

Los niños gritaron de alegría y abrazaron a Zazil, quien a su vez, alzó el vuelo, llenando el cielo con sus colores vibrantes. Desde aquel día, el bosque de los alebrijes se convirtió en un lugar sagrado, donde todos aprendieron a vivir en armonía con la naturaleza.

Moraleja del cuento “Los niños que salvaron el bosque de los alebrijes”

La amistad y la creatividad son las herramientas más poderosas para cambiar el mundo; cuando unimos fuerzas y soñamos en grande, no hay problema que no podamos resolver.

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Abraham Cuentacuentos


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