Cuento: “Los cuentos que el abuelo contaba junto al fogón”
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una familia que atesoraba un secreto especial. Cada noche, al caer el sol, se reunían alrededor de un fogón que crepitaba suavemente, iluminando las sonrisas de los niños y la mirada sabia del abuelo José. Él era un hombre de estatura baja, con canas que relucían como estrellas en el cielo y una risa que podía hacer reír hasta al más serio de los hombres. Sus ojos, del color del cielo despejado, reflejaban historias de tiempos pasados, llenas de aventuras y enseñanzas.
Aquella noche, el aire fresco olía a maíz recién cocido y a leña ardiente. La familia, formada por la abuela Elena, su hija María, su yerno Carlos y sus tres nietos: Sofía, el travieso Diego y el pequeño Mateo, se acomodaron alrededor del fuego, ansiosos por escuchar una nueva historia. El abuelo sonrió y, tras una pausa dramática, comenzó a relatar:
“Había una vez un jaguar llamado Tzunun, que vivía en la selva profunda de la Huasteca. Tzunun era conocido por su pelaje brillante y sus ojos amarillos que resplandecían como el sol. Pero lo que más destacaba de él era su valentía. Sin embargo, a pesar de su fuerza, Tzunun se sentía solo, ya que los demás animales temían su ferocidad y evitaban acercarse a él. Un día, mientras exploraba un nuevo camino, escuchó un llanto suave proveniente de un arbusto. Intrigado, se acercó y encontró a un pequeño venado atrapado entre las ramas.”
Los niños escuchaban con atención, los ojos abiertos como platos. La abuela Elena acariciaba la mano del abuelo, mientras Carlos asentía con la cabeza, disfrutando del relato.
“Tzunun, con su gran corazón, no pudo ignorar el llanto del venado. —No te preocupes, pequeño —dijo Tzunun con una voz suave—. Te ayudaré a salir de aquí. Con delicadeza, utilizó sus patas para liberar al venado, quien temblaba de miedo. —¿Por qué me ayudas? —preguntó el venado—. Todos me dicen que tú eres un monstruo. Tzunun, con tristeza en su voz, respondió: —No soy un monstruo, solo un jaguar que busca un amigo.”
La atmósfera se tornó mágica. Sofía murmuró: “¡Qué valiente es Tzunun!”, mientras Diego, emocionado, preguntó: “¿Y luego qué pasó, abuelo?”.
“El venado, al darse cuenta de que Tzunun no era como decían, decidió acompañarlo en sus aventuras. Juntos exploraron ríos y montañas, se hicieron amigos y, poco a poco, Tzunun dejó de sentirse solo. Sin embargo, un día, un terrible fuego comenzó a consumir la selva. Los animales, aterrados, no sabían qué hacer. El venado, al ver la situación, recordó lo valiente que era su amigo. —Tzunun, tú puedes ayudar a todos. Eres fuerte y rápido. Debemos organizar a los animales y llevarlos al río —sugirió el venado.”
El abuelo hizo una pausa, mientras el fuego crepitaba, y los niños, con la mirada fija en él, se preparaban para el desenlace. “Tzunun, al principio dudó, pero recordando la amistad que había formado, reunió a todos los animales. —¡Vamos! —rugió—. ¡A la montaña! El fuego avanza y debemos ser valientes! Y así, juntos, ayudaron a los animales a escapar del fuego, llevando a los más pequeños en su espalda y guiando a los asustados.”
Diego interrumpió: “¿Pero y si no podían llegar a tiempo?”. El abuelo sonrió ante la inquietud de su nieto. “Con esfuerzo y trabajo en equipo, llegaron justo a tiempo. Al final, la selva fue herida, pero los animales aprendieron a cuidar su hogar y a estar unidos. Y lo más importante, Tzunun descubrió que ser valiente también significa cuidar de los demás.”
La abuela Elena, mientras movía el fogón, dijo: “Y así, el jaguar dejó de ser un monstruo para convertirse en un héroe. A veces, lo que más necesitamos es un poco de amistad y confianza para mostrar nuestro verdadero ser”.
Los niños, ahora llenos de emoción, aplaudieron, mientras Mateo preguntó con su voz suave: “¿Puedo ser valiente como Tzunun?”. “Claro que sí, pequeño —respondió el abuelo—. La valentía no se mide por la fuerza, sino por el corazón que uno tiene”.
La noche avanzaba, y el cielo se llenaba de estrellas. La familia, unida por el calor del fogón y las historias del abuelo, se sintió más cercana que nunca. Los cuentos del abuelo eran el hilo que tejía su hogar, recordándoles la importancia de la familia, la amistad y la valentía.
Moraleja del cuento “Los cuentos que el abuelo contaba junto al fogón”
La amistad y la valentía son luces que guían en la oscuridad; un corazón valiente puede transformar el miedo en unión, y cada historia contada es un lazo que une a la familia en el cálido abrazo del hogar.
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