Cuento: “La serpiente de colores y el río mágico”
En una selva profunda y vibrante, donde los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, vivía una serpiente mágica llamada Arcoíris. Su piel brillaba con todos los colores del espectro, y cuando se movía, sus escamas reflejaban la luz del sol de una manera que hacía parecer que un arcoíris había caído del cielo. Arcoíris no era una serpiente común; se decía que tenía el poder de curar a los animales enfermos con solo tocarlos.
La selva era el hogar de muchos animales, entre ellos, un pequeño y curioso jaguar llamado Tigrillo. Tigrillo siempre había escuchado historias sobre Arcoíris, pero nunca había tenido la oportunidad de conocerla. “¡Debo encontrarla!”, pensó un día mientras jugaba cerca del río mágico que serpenteaba a través de la selva. Este río, además de ser cristalino, tenía la capacidad de otorgar un deseo a aquellos que se atrevieran a hacer un viaje por su cauce.
Tigrillo, lleno de emoción, decidió que quería pedirle a Arcoíris que le diera la valentía para explorar más allá de su hogar. Con un salto decidido, se lanzó al agua y comenzó a fluir río abajo. Mientras nadaba, el agua brillaba como diamantes, y los peces de colores danzaban a su alrededor, animándolo en su travesía. “¡Vamos, Tigrillo! ¡Aventura te espera!”, parecían decirle con sus movimientos.
Después de un rato, Tigrillo llegó a un claro donde el río se encontraba con un hermoso lago rodeado de flores silvestres. Allí, en una roca grande y plana, se encontraba Arcoíris, tomando el sol. Tigrillo se acercó con cautela, maravillado por la belleza de la serpiente. “¡Hola, Arcoíris!”, gritó con alegría. “Soy Tigrillo, el jaguar. He venido a conocerte”.
Arcoíris levantó la cabeza y sonrió. “¡Hola, pequeño amigo! He oído hablar de ti. ¿Qué te trae hasta aquí?”.
“Quiero pedirte valor para explorar la selva y vivir grandes aventuras”, respondió Tigrillo, un poco nervioso. “Me gustaría conocer todos los secretos que esconde este lugar mágico”.
La serpiente, con una mirada profunda y sabia, reflexionó por un momento. “El valor no se trata solo de ser audaz, querido Tigrillo. A veces, la valentía se muestra al ayudar a otros. Si realmente deseas ser valiente, tendrás que enfrentarte a un desafío”.
Justo en ese instante, un gran estruendo resonó en la selva. Los árboles temblaron y un grupo de monos, liderados por el travieso Mono Chistoso, apareció, asustados y agitados. “¡Ayuda, ayuda! ¡Un grupo de cazadores ha llegado a la selva y están capturando a nuestros amigos!”, gritó uno de los monos.
Tigrillo sintió un nudo en el estómago. “¿Cazadores? ¿Qué podemos hacer?”, preguntó, mirando a Arcoíris con preocupación.
“Debemos actuar rápido. Si te unes a los monos y usas tu agilidad para ayudar a rescatar a los animales, encontrarás el valor que buscas”, respondió Arcoíris, con una voz firme pero comprensiva.
Sin dudarlo, Tigrillo se unió a Mono Chistoso y los demás monos en su plan. Juntos, se deslizaron entre los árboles, observando desde las sombras. Al ver a los cazadores, que estaban tratando de atrapar a un grupo de venados, Tigrillo se dio cuenta de que tenían que distraerlos. “Yo correré hacia el otro lado”, dijo Tigrillo, “y haré ruido para llamar su atención”.
“¡Buena idea!”, gritó Mono Chistoso. “¡Vamos a hacerlo!”.
Tigrillo salió corriendo, saltando y haciendo ruido. “¡Mira aquí, cazadores! ¡No me atrapan tan fácil!”, gritaba mientras se movía ágilmente. Los cazadores, sorprendidos por el movimiento, giraron sus cabezas, dándose cuenta de que estaban siendo engañados.
Aprovechando la confusión, los monos se lanzaron sobre las trampas, liberando a los venados atrapados. El caos se apoderó de la escena, y mientras los cazadores trataban de atrapar a Tigrillo, los animales lograron escapar hacia la seguridad de la selva.
Una vez que los cazadores se fueron, todos los animales se reunieron en el claro, agradecidos por el valor que había mostrado Tigrillo. “¡Eres un verdadero héroe!”, le dijo uno de los venados, con lágrimas de gratitud en sus ojos.
Arcoíris apareció entre la multitud, sonriendo con orgullo. “Has demostrado que el verdadero valor radica en ayudar a los demás, Tigrillo. Te has ganado tu deseo”.
“¡Quiero explorar la selva y vivir muchas más aventuras!”, exclamó Tigrillo, sintiéndose más fuerte y valiente que nunca.
La serpiente mágica, con un suave movimiento, iluminó a Tigrillo con sus colores brillantes. “Que tu corazón siempre te guíe en tus viajes, y que la valentía nunca te abandone”.
Desde aquel día, Tigrillo se convirtió en un guardián de la selva, siempre dispuesto a ayudar a sus amigos y proteger su hogar. Cada vez que corría por los senderos, los colores de Arcoíris brillaban en su mente, recordándole que el valor y la amistad son los mayores tesoros que uno puede tener.
Moraleja del cuento “La serpiente de colores y el río mágico”
El verdadero valor se encuentra en ayudar a los demás, y cada acto de bondad ilumina el camino hacia grandes aventuras y amistades eternas.
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