Cuento: “La pequeña aprendiz de bruja y su gato travieso”
Había una vez, en un pequeño pueblo mexicano rodeado de montañas y coloridos campos de flores, una niña llamada Lucía. Lucía tenía un gran sueño: convertirse en bruja. No una bruja cualquiera, sino una bruja sabia y bondadosa que ayudara a los demás. Su abuela, doña Margarita, era una bruja famosa en la región, conocida por sus remedios naturales y sus potentes hechizos que sanaban a las personas y a los animales.
Un día, mientras Lucía exploraba el jardín lleno de hierbas mágicas, su fiel compañero, un gato negro llamado Copito, se acercó con su andar elegante. Copito era un gato travieso, siempre en busca de aventuras, y se le notaba en sus ojos amarillos como dos pequeños faroles iluminando la oscuridad.
—¿Qué estás tramando hoy, Copito? —preguntó Lucía mientras acariciaba su suave pelaje.
—Miau, miau —respondió el gato, moviendo su cola con curiosidad—. ¡Vamos a descubrir un hechizo nuevo!
Lucía sonrió, emocionada. Sabía que su abuela tenía un antiguo libro de hechizos escondido en la alacena. Así que, sin pensarlo dos veces, decidió buscarlo. Mientras se acercaba a la alacena, Copito saltó sobre la mesa, derribando algunas hierbas secas.
—¡Copito! —exclamó Lucía riendo—. ¡No hagas eso!
El gato, que parecía entenderla, se quedó quieto por un momento, pero en cuanto Lucía abrió la alacena, salió corriendo detrás de una mariposa que volaba por la ventana.
Cuando finalmente encontró el libro, las páginas estaban llenas de ilustraciones coloridas y palabras mágicas. Lucía pasó sus dedos sobre las letras brillantes, maravillada. De pronto, un hechizo llamó su atención: “La Poción de la Amistad”. Decía que era una mezcla de flores silvestres, miel y una pizca de polvo de estrellas, capaz de unir a los amigos de corazón.
—¡Esto es perfecto! —gritó Lucía—. ¡Podré ayudar a mis amigos del pueblo!
Sin embargo, la receta era complicada y necesitaba recolectar varios ingredientes. Con Copito a su lado, Lucía decidió que esa misma tarde irían a buscar las flores silvestres. Caminando por los senderos del campo, se encontraron con un pequeño arroyo que brillaba como diamantes bajo el sol.
—¿Ves, Copito? —dijo Lucía—. Aquí es donde crecen las flores más hermosas.
Mientras recolectaban las flores, Lucía escuchó un lamento. Se detuvo en seco y miró alrededor.
—¿Qué fue eso? —preguntó, inquieta.
—Miau, miau —respondió Copito, saltando en su dirección.
Siguieron el sonido hasta encontrar a un pequeño pajarito atrapado entre las ramas de un arbusto. Sus alas eran de un color azul brillante y sus ojos parecían llenos de lágrimas.
—¡Pobrecito! —dijo Lucía, acercándose—. No te preocupes, te ayudaré.
Con cuidado, empezó a deshacer las ramas, mientras Copito observaba, ansioso. Después de unos minutos, el pajarito fue liberado.
—Gracias, gracias —cantó el pajarito—. Nunca olvidaré tu bondad. Te debo una.
Lucía sonrió y le dijo que no había necesidad de devolverle el favor, pero el pajarito insistió.
—Si alguna vez necesitas ayuda, solo llámame —dijo, y voló hacia el cielo, dejando un rastro de brillo a su paso.
Al regresar a casa, Lucía y Copito estaban emocionados. Habían recogido todas las flores necesarias y ahora solo faltaba la miel. Doña Margarita tenía un pequeño apiario detrás de la casa. Cuando llegaron, encontraron a su abuela trabajando.
—Hola, abuela —saludó Lucía—. Necesitamos miel para un hechizo de amistad.
—Claro, cariño —respondió doña Margarita con una sonrisa—. Pero debes ser cuidadosa, las abejas son muy importantes para nuestro ecosistema.
Lucía tomó la miel con mucho cuidado y luego regresaron a casa para preparar la pócima. Con todo listo, se pusieron a mezclar los ingredientes. Sin embargo, cuando Lucía agregó el polvo de estrellas, un pequeño destello iluminó la habitación.
—¡Wow! —exclamó—. ¡Mira, Copito!
Pero en ese momento, el travieso gato no pudo resistir la tentación y saltó sobre la mesa, derramando la mezcla por todas partes. Lucía gritó, y la pócima chisporroteó, creando una nube de humo de colores.
—¡Copito, qué hiciste! —gritó, riendo a la vez que se frustraba—. ¡Eso no era parte del plan!
De repente, el humo se disipó y, ante sus ojos, apareció el pajarito azul que habían ayudado.
—Vine a ver qué estaba sucediendo —dijo con una voz melodiosa—. Pero parece que tu hechizo ha cobrado vida.
Lucía miró asombrada cómo, de la nube de humo, surgieron pequeñas luces que empezaron a volar alrededor de la habitación, llenándola de magia.
—¡Increíble! —gritó—. ¡Es más hermoso de lo que imaginé!
Pero el pajarito le advirtió:
—Sin embargo, ten cuidado. Si no usas el hechizo correctamente, podría desatarse un caos.
Lucía se detuvo y pensó en sus amigos. No quería causar problemas.
—Tienes razón —dijo—. Debo encontrar una forma de usar esta magia para hacer el bien.
Junto a Copito, se le ocurrió una idea.
—¿Y si en lugar de un solo hechizo, hacemos que cada uno de nuestros amigos tenga una pequeña chispa de magia? Así podrán ayudarse unos a otros.
El pajarito sonrió, asintiendo con su cabeza.
—¡Eso es! Así la amistad se fortalecerá.
Con cuidado, Lucía tomó un poco de la pócima y decidió repartirla entre sus amigos en el pueblo. Al llegar, los niños estaban jugando en la plaza.
—¡Amigos! —gritó Lucía—. ¡Tengo algo especial para ustedes!
Con cada gota de la pócima que les dio, pequeñas luces brillantes aparecieron alrededor de ellos, dándoles poderes para ayudar a quienes los rodeaban. De repente, la plaza se llenó de risas y alegría, mientras todos compartían sus nuevos dones.
Desde ese día, Lucía y sus amigos aprendieron a trabajar juntos, usando su magia para cuidar de los animales, ayudar a los ancianos y mantener el pueblo lleno de vida. Y así, la pequeña aprendiz de bruja se convirtió en una verdadera bruja del corazón, guiada siempre por su travieso gato, Copito.
Moraleja del cuento “La pequeña aprendiz de bruja y su gato travieso”
La amistad es un hechizo poderoso que, cuando se comparte con el corazón, puede transformar el mundo en un lugar mágico lleno de amor y bondad. Así, cada pequeño acto de cariño se convierte en un rayo de luz que ilumina el camino hacia un futuro mejor.
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