La nube que pintaba formas suaves en el cielo

La nube que pintaba formas suaves en el cielo

Cuento: “La nube que pintaba formas suaves en el cielo”

Era una mañana brillante en el pequeño pueblo de San Florencio, donde las casas de colores vivos se alineaban como dulces en una tienda. Los pájaros cantaban melodías alegres mientras el sol sonreía desde lo alto, bañando todo con su luz dorada. En este mágico lugar, vivía una nube especial llamada Lunita. Lunita no era una nube común, ya que tenía la habilidad de pintar formas suaves y maravillosas en el cielo.

Cada día, cuando el sol despertaba, Lunita se estiraba y se movía con gracia por el cielo azul, dejando a su paso figuras encantadoras. Un día, mientras flotaba suavemente, se encontró con un grupo de niños que jugaban en el campo. Sus risas resonaban como música y, al verlas, decidió que era el momento perfecto para compartir su magia.

“¡Hola, pequeños! Soy Lunita, la nube que pinta formas en el cielo”, dijo con una voz suave y melodiosa.

Los niños miraron hacia arriba con asombro, sus ojos brillando como estrellas. “¿De verdad puedes pintar en el cielo?”, preguntó la pequeña Sofía, con su trencita ondeando al viento.

“¡Sí! ¿Quieren ver?” contestó Lunita emocionada. Y, con un suave movimiento, comenzó a dibujar un enorme corazón de algodón blanco que se transformó en un hermoso arcoíris. Los niños aplaudieron y brincaron de felicidad.

Pero no todo era diversión y risas. En ese momento, apareció un fuerte viento que comenzó a soplar, amenazando con llevarse a Lunita lejos. “¡Oh no! ¡El viento me está arrastrando!” gritó Lunita con temor. Los niños, preocupados por su nueva amiga, se unieron de inmediato.

“¡No te preocupes, Lunita! ¡Nosotros te ayudaremos!” exclamó Miguel, el más valiente del grupo. Juntos, formaron una cadena humana, tomando de las manos a sus amigos y cerrando los ojos, enviando pensamientos positivos hacia la nube.

“Piensa en un hermoso paisaje, Lunita. ¡Visualiza un campo de flores!”, sugirió Sofía. Lunita, llena de confianza, comenzó a imaginar un vasto campo lleno de flores de todos los colores, donde las mariposas danzaban al ritmo del viento. Al instante, el viento comenzó a calmarse, como si también se dejara llevar por la belleza de la imagen.

“¡Eso es! ¡Lo siento, amigos! A veces, el viento es travieso, pero siempre puedo encontrar la manera de regresar”, dijo Lunita, aliviada y sonriente. Con la ayuda de sus amigos, logró volver a su lugar en el cielo, donde podía seguir pintando sus formas suaves.

“¿Puedes hacer un perro?” preguntó Javier, emocionado. “¡Y una estrella fugaz!” agregó Valeria. Lunita, feliz por la oportunidad de seguir creando, se puso a trabajar. Con su delicada forma, dibujó un perrito juguetón que parecía ladrar, y luego una estrella fugaz que atravesaba el cielo, dejando un rastro brillante.

Los niños se maravillaban al ver cómo la nube llenaba el cielo de alegría y color. Cada día era una nueva aventura; a veces Lunita dibujaba castillos, otras veces montañas o incluso a sus amigos, transformando su amor en arte. Pero también aprendieron que había momentos en los que Lunita necesitaba descansar, y en esos momentos, el cielo se volvía gris y melancólico.

Un día, cuando el sol estaba ocultándose tras las montañas, un rayo de tristeza iluminó el rostro de Lunita. “¿Por qué estás tan triste, Lunita?” le preguntó Sofía con preocupación.

“Es que tengo miedo de no poder pintar más. El viento me lleva y me siento sola en el cielo. No quiero dejar de ser la nube que alegra sus días”, confesó Lunita, con lágrimas que parecían gotas de lluvia.

“¡No estás sola! Siempre estaremos aquí para ayudarte. Juntos podemos enfrentarlo todo”, le respondió Miguel con determinación. Los niños se reunieron alrededor, tomados de las manos, y decidieron que debían ayudar a su amiga a superar su miedo.

“Vamos a hacer un festival de colores en el pueblo. Todos los habitantes podrán ver tus obras y, cuando te vean, ¡sabremos que no estás sola!” sugirió Valeria, emocionada.

Y así, los niños comenzaron a planear un gran evento. Invitaron a todos en San Florencio, preparando comida, música y muchas sorpresas. Lunita, emocionada por el apoyo de sus amigos, se llenó de energía y comenzó a pintar en el cielo una hermosa escena: un festival lleno de luces, risas y amor.

El día del festival, el pueblo se llenó de alegría. La gente reía, bailaba y admiraba el cielo, que estaba adornado con las creaciones de Lunita. Había mariposas, corazones y estrellas que brillaban como joyas. Todos miraban hacia arriba y aplaudían.

“¡Mira, Lunita! ¡Te están aplaudiendo! Nunca estarás sola mientras tengamos tu magia!”, gritó Javier, con una gran sonrisa.

Lunita sintió que su corazón se llenaba de amor y gratitud. Ya no temía al viento, porque sabía que siempre tendría a sus amigos. Con cada figura que pintaba, su confianza crecía y su risa resonaba en el cielo.

Así, la nube que pintaba formas suaves en el cielo se convirtió en la artista más querida de San Florencio. Cada día, ella llenaba el cielo de colores, recordando que el amor y la amistad son las mejores formas de enfrentar los miedos.

Moraleja del cuento “La nube que pintaba formas suaves en el cielo”

La verdadera magia reside en la amistad y el amor; juntos, podemos enfrentar cualquier tormenta y llenar el cielo de colores.

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Abraham Cuentacuentos


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