Cuento: “La niña que descubrió el libro encantado”
Érase una vez, en un pequeño pueblo al borde de un bosque frondoso y misterioso, una niña llamada Sofía. Tenía apenas diez años, pero su curiosidad y valentía la hacían destacar entre los demás niños. Sofía vivía en una casita de adobe con su abuela, doña Lucía, una mujer sabia que conocía todos los secretos de la naturaleza y las leyendas de la región. El pueblo, llamado San Cuento, era conocido por sus festivales coloridos y sus tradiciones llenas de vida, donde la música y la danza se entrelazaban como las raíces de un gran árbol.
Una tarde, mientras jugaba en el jardín, Sofía decidió aventurarse al bosque. Con cada paso que daba, el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies parecía cantarle al ritmo del viento. Los árboles, altos y robustos, se alzaban como guardianes de secretos antiguos. Al llegar a un claro, encontró una cueva oculta entre las piedras. Curiosa como era, no pudo resistir la tentación de explorarla. Con un ligero temblor de emoción, entró en la penumbra.
Dentro, las paredes estaban adornadas con extrañas pinturas que parecían contar historias de brujas y criaturas mágicas. Sofía, con los ojos brillantes, avanzó hasta que encontró un antiguo libro cubierto de polvo en una mesa de piedra. “¡Un libro encantado!” exclamó con entusiasmo. Al abrirlo, letras doradas comenzaron a brillar y a danzar en el aire. “Bienvenida, Sofía”, dijo una voz suave que parecía venir de las páginas. La niña se quedó paralizada por un momento, pero su curiosidad la empujó a seguir.
“Este es el Libro de los Encantamientos”, continuó la voz. “Contiene secretos que solo los valientes pueden desentrañar. ¿Te atreves a leerme?” Sofía asintió, sus ojos reflejando el destello del libro. Con cada palabra que leía, el entorno se transformaba: flores de colores vibrantes brotaban del suelo y pequeños duendes comenzaban a bailar alrededor de ella. “¡Mira, Sofía! ¡Has despertado la magia!” gritó un duende pequeño y travieso que llevaba un sombrero de charro.
Pero no todo era alegría en el bosque. Una sombra oscura se cernía sobre San Cuento. Una bruja malvada llamada Griselda, que había estado buscando el libro durante siglos, se enteró de que Sofía lo había encontrado. “¡Ese libro es mío!” gritó mientras volaba sobre su escoba, con su capa negra ondeando al viento. Los duendes, al escuchar su voz, comenzaron a temblar de miedo. Sofía, aunque asustada, recordó las enseñanzas de su abuela: “La valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de enfrentarlo”.
“¡No te lo daré, Griselda!” respondió Sofía, con una firmeza que sorprendió a todos. “La magia debe ser usada para ayudar, no para hacer daño”. La bruja se rió, una risa que resonaba como un trueno. “¡Veremos si tienes lo que se necesita para protegerlo!” Y con un gesto de su mano, lanzó un hechizo que convirtió a los duendes en piedras brillantes.
Sofía sabía que debía actuar rápido. Recordó una página del libro que hablaba sobre el poder de la amistad y la unidad. “¡Duendes! ¡Ayúdenme! Ustedes son más fuertes juntos”, les gritó. Con un poco de su magia, comenzó a recitar un encantamiento que les devolvería su forma. “¡Despierten, despierten, amigos del bosque! ¡El amor y la unión siempre ganan en esta suerte!”
Las piedras comenzaron a temblar y a brillar, hasta que los duendes volvieron a cobrar vida, riendo y brincando a su alrededor. Juntos, formaron un círculo alrededor de Sofía y con su alegría y valentía, comenzaron a cantar. La música resonó por todo el bosque, llenando el aire de energía. La bruja, sorprendida, sintió que su poder se desvanecía.
“¡No puede ser! ¡No! ¡Esto no es posible!” gritó Griselda mientras trataba de volar hacia ellos. Pero la fuerza de la amistad y el amor que había despertado en el claro se convirtió en un remolino de luz brillante que rodeó a la bruja. “¡Fuera de aquí, Griselda! ¡No puedes romper nuestra unión!” exclamó Sofía con una determinación que iluminó su rostro.
Con un grito desesperado, la bruja fue arrastrada hacia el cielo, donde se desvaneció en un destello de humo oscuro. El bosque volvió a cobrar vida y los árboles comenzaron a susurrar melodías de celebración. Sofía, al ver que sus amigos estaban a salvo, sonrió de oreja a oreja.
“¡Lo logramos!” exclamó mientras abrazaba a los duendes. “La magia del libro no es solo su poder, sino lo que hacemos con él. Siempre debemos usarlo para el bien”. Los duendes, felices y agradecidos, prometieron ayudar a Sofía siempre que lo necesitara.
A partir de ese día, Sofía y sus nuevos amigos vivieron muchas aventuras, usando el libro encantado para traer alegría al pueblo y proteger el bosque. Cada vez que una bruja o una sombra oscura intentaba asustar a la gente, Sofía estaba lista con su valentía y la fuerza de la amistad.
El bosque floreció más que nunca, y el pueblo de San Cuento se convirtió en un lugar donde la magia y la amistad siempre triunfaban.
Moraleja del cuento “La niña que descubrió el libro encantado”
La verdadera magia reside en el amor y la amistad, porque juntos, siempre podremos enfrentar la oscuridad y transformar el miedo en luz.
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