La luna que arropaba a los sueños del pueblo

La luna que arropaba a los sueños del pueblo

Cuento: “La luna que arropaba a los sueños del pueblo”

Era una noche estrellada en el pequeño pueblo de San Juanito, donde las calles de tierra se iluminaban suavemente con la luz plateada de la luna. En este lugar mágico, la luna no solo era un astro brillante en el cielo, sino también la guardiana de los sueños de todos sus habitantes. Cada noche, cuando el sol se ocultaba tras las montañas, la luna descendía lentamente y con un suave susurro arropaba los sueños de los niños, asegurándose de que tuvieran dulces y felices noches.

En una casa colorida, pintada con tonos vibrantes de azul y amarillo, vivía una niña llamada Sofía. Con sus ojos grandes y brillantes, su cabello oscuro y rizado, Sofía era conocida en el pueblo por su curiosidad y su risa contagiosa. Ella pasaba las tardes corriendo por el campo, recolectando flores silvestres y persiguiendo mariposas que danzaban al son del viento. Sin embargo, había algo que le preocupaba; los sueños de Sofía no eran siempre tan dulces como los de sus amigos.

Una noche, mientras la luna brillaba con fuerza, Sofía se asomó por la ventana de su habitación. “¡Oh, luna hermosa!”, exclamó, “¿por qué mis sueños son a veces tan oscuros?”. La luna, que escuchó su llamado, comenzó a descender lentamente hacia ella, convirtiéndose en un ser radiante, envuelto en un manto de luz plateada. “Querida Sofía”, dijo la luna con voz suave como el murmullo de un arroyo, “he venido a ayudarte. Todos los sueños pueden ser hermosos si les das un poco de amor y valor”.

Intrigada, Sofía miró a la luna con admiración. “¿Cómo puedo hacer que mis sueños sean más bonitos?”, preguntó. La luna sonrió y le dijo: “Vamos a viajar a través de tus sueños y enfrentar lo que te asusta. A veces, los sueños oscuros son solo sombras que necesitan luz”. Sofía sintió un cosquilleo de emoción y miedo al mismo tiempo, pero su curiosidad la impulsó a aceptar la oferta de la luna.

De repente, la habitación se llenó de una luz brillante y Sofía se encontró en un bosque encantado, lleno de árboles altos que susurraban secretos. “Este es tu sueño”, dijo la luna, flotando a su lado. “Aquí encontrarás tus miedos, pero también la valentía para enfrentarlos”. Sofía respiró hondo y dio un paso hacia adelante, donde vio a una sombra oscura que la observaba desde detrás de un árbol. Era un monstruo pequeño y peludo, con ojos grandes y tristes.

“¡Hola!”, dijo Sofía con una voz temblorosa, pero decidida. “¿Por qué estás escondido?”. El monstruo salió lentamente de su escondite y respondió: “Tengo miedo de que nadie me quiera. Siempre me miran con miedo”. Sofía se dio cuenta de que este monstruo no era malvado, solo estaba solo y asustado. “Yo no tengo miedo de ti”, le dijo Sofía. “¿Te gustaría ser mi amigo?”.

El monstruo se sorprendió, y una pequeña sonrisa se dibujó en su cara. “¿Amiga?”, preguntó, con esperanza. “Sí, quiero ser tu amiga”, respondió Sofía, acercándose al monstruo y abrazándolo con fuerza. La luna observó con alegría mientras el bosque se iluminaba con una luz cálida. Sofía había encontrado la valentía de enfrentarse a su miedo y transformar la oscuridad en amistad.

Con el monstruo a su lado, Sofía continuó su viaje a través del sueño, donde conocieron a otros seres mágicos: un búho sabio que les enseñó sobre la amistad y el respeto por la naturaleza, y una mariposa que les mostró cómo encontrar la belleza en las pequeñas cosas. Juntos, exploraron praderas llenas de flores que cantaban al viento, y ríos que reflejaban los colores del arcoíris.

Al amanecer, Sofía sintió que era hora de regresar. “Gracias, luna, por mostrarme que no debo temer a la oscuridad”, dijo, mirando a la luna que la acompañaba. “Ahora sé que los sueños pueden ser tan hermosos como uno quiera”. La luna sonrió y le dijo: “Siempre estaré contigo, Sofía. Recuerda que cada sueño tiene su luz”.

Cuando Sofía despertó en su cama, el sol comenzaba a asomarse por el horizonte, tiñendo el cielo de rosa y naranja. Con una sonrisa en el rostro, corrió hacia la cocina donde su madre la esperaba. “¡Mamá! ¡Tuve un sueño increíble! Conocí a un monstruo que se volvió mi amigo”. Su madre la miró con ternura y le acarició el cabello. “Los sueños pueden ser maravillosos, mi amor, si les das la oportunidad”.

Desde ese día, cada vez que la luna iluminaba el pueblo de San Juanito, Sofía miraba al cielo con gratitud, sabiendo que su luz siempre estaría ahí, arropando los sueños de todos. Aprendió que los miedos pueden convertirse en amistad, y que la oscuridad a veces solo necesita un poco de luz para brillar.

Moraleja del cuento “La luna que arropaba a los sueños del pueblo”

La vida está llena de sombras y luces, pero con amor y valentía, los sueños oscuros pueden transformarse en amistades brillantes.

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Abraham Cuentacuentos


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