La fiesta de las flores en el mercado

La fiesta de las flores en el mercado

Cuento: “La fiesta de las flores en el mercado”

Era un hermoso día de primavera en el pueblo de San Florencio, donde el sol brillaba radiante y el aire olía a tierra húmeda y a flores recién florecidas. Los árboles estaban vestidos de verde, y en cada rincón del pueblo, se podían ver mariposas danzando de flor en flor, como si celebraran la llegada de la nueva estación. Los niños, llenos de energía, jugaban en las plazas, riendo y persiguiendo a sus amigos, mientras las abuelas preparaban tamales y atole en sus casas.

El mercado de San Florencio, un lugar vibrante y lleno de vida, estaba a punto de celebrar su tradicional “Fiesta de las Flores”. Cada año, los comerciantes se unían para adornar sus puestos con las flores más hermosas, y la gente del pueblo acudía para disfrutar de la música, el baile y, por supuesto, de las flores que llenaban el aire de colores y aromas.

Ese día, entre la multitud, se encontraba Sofía, una niña de diez años con una curiosidad insaciable y una sonrisa que iluminaba su rostro. Sofía era conocida por todos en el pueblo no solo por su alegría, sino también por su amor por las flores. Siempre llevaba una diadema de flores silvestres en su cabeza, que su abuela le había enseñado a hacer. Su cabello oscuro y rizado brillaba bajo el sol, y sus ojos color avellana brillaban con la emoción del día.

—¡Mira, Sofía! —gritó su amigo Miguel, señalando un puesto que vendía flores de todos los colores—. ¡Vamos a ver las flores de papel!

Miguel era un niño travieso y lleno de energía, con una risa contagiosa que hacía reír a todos a su alrededor. Sofía asintió con entusiasmo, y juntos se dirigieron hacia el puesto de Doña Lupita, una anciana sabia y amable que había dedicado su vida a hacer flores de papel de todo tipo.

—¡Bienvenidos, mis pequeños! —dijo Doña Lupita con una sonrisa cálida—. Hoy tengo flores especiales que representan cada emoción. ¿Cuál es la emoción que más les gustaría sentir?

—¡La alegría! —respondió Sofía sin dudar.

—Y yo quiero sentir aventura —agregó Miguel, con sus ojos brillando de emoción.

Doña Lupita asintió y, con manos hábiles, comenzó a crear flores de papel en tonos vibrantes: amarillos para la alegría y rojos para la aventura. Mientras ella trabajaba, Sofía y Miguel comenzaron a pensar en cómo podían hacer de la Fiesta de las Flores algo aún más especial.

—¿Y si organizamos un concurso de flores? —sugirió Sofía—. Todos en el pueblo podrían hacer su mejor creación y nosotros podríamos premiar a los ganadores.

—¡Eso sería increíble! —exclamó Miguel—. Pero, ¿cómo haremos para que todos participen?

Después de pensar un momento, Sofía tuvo una brillante idea. —Podríamos hacer un desfile de flores. Cada quien llevaría su creación y al final, el jurado decidiría quién tiene la mejor. Además, podríamos invitar a todos los niños a unirse y hacer un mural con sus flores.

Miguel asintió emocionado. —¡Sí! ¡Y podemos poner música y hacer una danza de flores!

Los dos amigos comenzaron a correr de un lado a otro del mercado, compartiendo su idea con todos. Al principio, algunos comerciantes se mostraron escépticos. El viejo Don Carlos, que vendía verduras, dijo con una risa burlona:

—¿Un desfile de flores? ¡Bah! Eso es para los niños. ¡El mercado se llena de flores cada año y no necesita más!

Pero Sofía, con su entusiasmo contagioso, les habló de lo que podría significar para el pueblo: una oportunidad para unirse, para crear, para disfrutar de la belleza de la primavera.

—Imaginemos todos juntos, un desfile lleno de risas y colores. ¡Podría ser algo inolvidable! —les dijo con fervor.

Finalmente, el corazón de los comerciantes se ablandó. Poco a poco, empezaron a aceptar la idea, y el mercado se llenó de murmullos de emoción. Todos se pusieron manos a la obra, preparando sus flores de papel, trajes coloridos y todo lo que necesitarían para hacer de ese día algo memorable.

El gran día llegó. El mercado estaba decorado como nunca antes. Las flores colgaban de los techos, los niños llevaban coronas de flores en sus cabezas y había un ambiente festivo en el aire. Sofía y Miguel estaban listos, llevando un gran estandarte que decía “¡Bienvenidos a la Fiesta de las Flores!”.

Mientras los participantes comenzaban a llegar, un fuerte viento comenzó a soplar. De repente, las flores de papel que estaban en el estandarte comenzaron a volar. Sofía y Miguel miraron asustados mientras su esfuerzo parecía desvanecerse.

—¡No, nuestras flores! —gritó Sofía, tratando de atraparlas.

—¡No te preocupes, Sofía! —dijo Miguel, con determinación—. Si trabajamos juntos, podemos recogerlas.

Así, con valentía y trabajo en equipo, comenzaron a correr detrás de cada flor que se escapaba. Rieron y se ayudaron mutuamente, mientras los otros niños del pueblo se unían a ellos. Al final, todos habían corrido detrás de las flores y habían formado una hermosa cadena humana, uniendo sus manos y creando un lazo que simbolizaba la amistad y la colaboración.

Una vez que todas las flores fueron recuperadas, el desfile comenzó. Sofía, Miguel y todos los niños marcharon con sus creaciones, mientras la música resonaba en el aire. El sol brillaba y las flores, aunque de papel, parecían cobrar vida. La risa llenó el mercado y, por un momento, todo parecía perfecto.

Cuando el desfile llegó a su fin, el jurado comenzó a deliberar. Los comerciantes, ahora amigos, miraban con alegría a sus hijos y a todos los participantes, quienes estaban llenos de orgullo por sus obras. Al final, decidieron que todos eran ganadores, pues habían creado un día lleno de felicidad y colaboración.

Sofía y Miguel sonrieron, sintiendo en su corazón que habían logrado mucho más que un simple desfile; habían unido al pueblo a través de la magia de las flores y la alegría de la primavera.

Moraleja del cuento “La fiesta de las flores en el mercado”

La verdadera belleza de la vida se encuentra en la unión y la amistad, pues juntos, con amor y esfuerzo, podemos hacer florecer la alegría en nuestros corazones.

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Abraham Cuentacuentos


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