Cuento: “La escoba que quería volar en la feria”
Era una mañana soleada en el pueblo de San Vicente, un lugar lleno de vida y color, donde los aromas de la comida típica y las risas de los niños llenaban el aire. En el corazón de este encantador pueblo, se encontraba la casa de la bruja Isadora, conocida por sus deliciosos tamales de elote y sus sabrosas galletas de canela. Isadora era una bruja muy querida por todos, pero había un pequeño secreto que solo ella conocía: su escoba, a la que había nombrado Chispa, soñaba con volar alto en la feria que se celebraba cada año.
Chispa era una escoba especial. No solo tenía un palo de madera robusto, sino que sus bristles eran de paja dorada que brillaban bajo el sol. Desde el rincón donde colgaba en la cocina, Chispa miraba por la ventana los globos de colores y las luces que iluminaban la plaza del pueblo. “¡Oh, cómo deseo volar en la feria y ver el mundo desde las alturas!”, suspiraba la escoba con voz melódica.
Un día, mientras Isadora preparaba sus famosas galletas, Chispa decidió que ya era suficiente de soñar. “Hoy es el día”, se dijo. Con un suave crujido, se deslizó de su gancho y aterrizó en el suelo con un pequeño salto. “¡Isadora, necesito tu ayuda!” exclamó.
Isadora se sorprendió al escuchar a su escoba hablar. “¿Chispa? ¿Eres tú? ¡Qué raro! Nunca habías hablado antes”, dijo la bruja con una mezcla de sorpresa y cariño.
“Es que tengo un sueño”, explicó Chispa. “Quiero volar en la feria, ver las luces de cerca y sentir el viento en mis bristles”.
Isadora, con una sonrisa en su rostro, le contestó: “Pero, querida Chispa, no sé si una escoba puede volar en la feria. Hay muchas cosas que podrían salir mal”. Sin embargo, en el fondo, sabía que el espíritu aventurero de su escoba era contagioso.
Esa tarde, mientras los preparativos para la feria estaban en pleno apogeo, Isadora tuvo una idea. “Podemos hacer un hechizo, pero deberás tener mucho cuidado”, advirtió. “No quiero que te metas en problemas”.
“¡Haré lo que sea necesario!” gritó Chispa con entusiasmo.
Isadora se sentó en su sillón de madera, sacó su libro de hechizos y empezó a recitar encantamientos. “Por el poder de la luna y la fuerza del viento, te concedo la oportunidad de volar, pero recuerda, siempre debes volver”, dijo la bruja mientras agitaba su varita mágica.
En un instante, Chispa comenzó a levitar, sus bristles brillando como el oro bajo la luz del sol. “¡Mira, Isadora! ¡Estoy volando!” gritó con alegría. Sin embargo, en su emoción, no se dio cuenta de que había olvidado lo más importante: regresar.
Cuando llegó a la feria, Chispa se deslizó entre las luces brillantes, voló sobre las atracciones y vio a los niños riendo y disfrutando de la música. Pero en su euforia, comenzó a descuidar el tiempo. “¡Esto es maravilloso!” exclamó mientras hacía giros y vueltas en el aire.
De repente, Chispa sintió que una ráfaga de viento la empujaba hacia el lado. “¡Oh, no! ¡No puedo perder el control!” gritó asustada. Intentó descender, pero el viento era demasiado fuerte y comenzó a girar en círculos.
En la plaza, Isadora se dio cuenta de que Chispa no regresaba. “¡Chispa! ¡Regresa!”, gritó, preocupada. La bruja sabía que debía actuar rápido. Comenzó a preparar otro hechizo para traer de vuelta a su escoba.
Mientras tanto, Chispa luchaba por mantenerse en el aire. De repente, vio a un grupo de niños que la miraban con asombro. “¡Mira! ¡Una escoba voladora!” exclamó uno de ellos. Los niños aplaudían y animaban a Chispa, pero la escoba sabía que debía volver a Isadora.
Con toda su fuerza, Chispa hizo un último esfuerzo y logró bajar, aterrizando justo en la plaza, donde todos la aclamaban. “¡Chispa, eres increíble!” gritaban los niños. Pero, al mirar a su alrededor, Chispa se dio cuenta de que Isadora no estaba entre ellos. Con un suspiro, se sintió un poco triste.
En ese momento, Isadora apareció corriendo, preocupada. “¡Chispa! ¡Te estaba buscando! ¿Estás bien?” preguntó, aliviada al ver a su escoba a salvo.
“Sí, Isadora, pero aprendí algo importante. No importa cuánto quiera volar, siempre debo recordar volver a casa”, dijo Chispa con humildad.
Isadora sonrió y abrazó a su escoba. “Me alegra que estés bien, amiga. El vuelo puede ser emocionante, pero la verdadera magia está en regresar a donde perteneces”.
Así, en la feria, Chispa se convirtió en la estrella del espectáculo, volando en los corazones de los niños y recordándoles la importancia de los lazos y la familia. Y cada vez que volaba, nunca olvidaba mirar hacia el suelo y sonreír, sabiendo que siempre había un lugar especial al que volver.
Moraleja del cuento “La escoba que quería volar en la feria”
A veces, los sueños son tan altos como el cielo, pero el verdadero valor está en recordar que siempre hay un hogar al que regresar.
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