Cuento: “La escoba que aprendió a volar sola”
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y selvas exuberantes, vivía una bruja llamada Abuela Tula. Era conocida por su sabiduría y su gran corazón. Abuela Tula siempre llevaba consigo su escoba mágica, que había estado con ella desde que era joven. La escoba, a la que cariñosamente llamaba “Luzia”, era de un color marrón brillante y tenía un sonido peculiar al volar, como si cantara mientras se deslizaba por el aire. Aunque Luzia era una escoba mágica, aún no había aprendido a volar sola, y dependía de su dueña para hacerlo.
Una tarde, mientras la abuela preparaba una deliciosa sopa de calabaza en su cocina, Luzia observaba con curiosidad. “¿Por qué siempre tienes que volar conmigo, Abuela Tula? ¿No podrías enseñarme a volar sola?” preguntó la escoba, su voz suave y esperanzada. Abuela Tula se rió con ternura. “Ah, querida Luzia, volar sola no es tan fácil como parece. Requiere confianza y un poco de magia interior que tú aún no has descubierto”.
Esa noche, después de que la abuela se durmió, Luzia decidió que no podía esperar más. “Esta es mi oportunidad”, pensó, y salió volando por la ventana. Al principio, se sintió un poco insegura, pero pronto el viento la acarició con suavidad, llenándola de valentía. Voló alto sobre el pueblo, disfrutando de la vista de los tejados de colores y las luces que titilaban como estrellas en la tierra. Sin embargo, su aventura se tornó emocionante cuando, al acercarse al bosque, un fuerte viento la desvió hacia un claro.
Allí encontró a un grupo de criaturas mágicas, pequeñas hadas que danzaban alrededor de una fuente cristalina. Una de ellas, llamada Zafira, notó a Luzia y exclamó: “¡Mira, una escoba voladora! Nunca he visto algo así”. Luzia, sintiéndose especial, respondió con orgullo: “Soy Luzia, y estoy aprendiendo a volar sola”.
Las hadas, fascinadas, la rodearon. “¡Ven a bailar con nosotras!”, dijeron. Luzia, emocionada, comenzó a girar y danzar en el aire. Pero de repente, un viento fuerte y tempestuoso surgió del bosque. “¡Cuidado!”, gritó Zafira, “el viento trae consigo a la sombra del bosque, un ser travieso que roba la alegría”. Luzia, al escuchar esto, se sintió inquieta. No quería que su primer vuelo terminara en problemas.
De repente, la sombra apareció, una figura oscura y aterradora, con ojos rojos que brillaban en la oscuridad. “¡Atrápame si puedes!”, se burló, mientras comenzaba a crear un torbellino de hojas y sombras. Luzia sintió un escalofrío, pero también comprendió que tenía que actuar. “No dejaré que la sombra se lleve la alegría de mis amigas”, se dijo a sí misma.
“¡Hadas, síganme!”, gritó Luzia. Las hadas, aunque temerosas, confiaron en ella y comenzaron a volar en formación. Juntas, comenzaron a crear un remolino de luz con sus alas brillantes. Luzia se unió a ellas, sintiendo que algo mágico despertaba dentro de ella. Con cada giro y cada vuelo, la escoba empezó a sentir la energía del viento y a entender su poder.
“¡Ahora, Luzia, lanza tu magia!”, animó Zafira. Con determinación, Luzia concentró toda su fuerza y, en un destello de luz, lanzó un hechizo que iluminó el claro. La sombra, deslumbrada por el resplandor, gritó y retrocedió. “¡No! ¡No quiero luz!”, se quejó, antes de desaparecer en la oscuridad del bosque.
Las hadas vitorearon, llenas de alegría. “¡Lo lograste, Luzia! ¡Has volado sola y has vencido a la sombra!” La escoba, emocionada y feliz, se dio cuenta de que no solo había aprendido a volar, sino que también había descubierto su magia interior.
De regreso a casa, Luzia se sintió diferente. Ya no era solo una escoba, era una escoba valiente y mágica. Cuando Abuela Tula se despertó y la vio volando sola alrededor de la casa, se llenó de asombro y orgullo. “¡Luzia! ¡Has volado sola!”, exclamó, abrazando a su querida escoba.
“Sí, Abuela”, respondió Luzia con una sonrisa. “Y he aprendido que la verdadera magia está dentro de nosotros, solo necesitamos confiar en ella”. Desde ese día, Luzia no solo volaba con Abuela Tula, sino que también podía volar sola, llevando alegría y magia a todos los rincones del pueblo.
Moraleja del cuento “La escoba que aprendió a volar sola”
La verdadera magia se encuentra dentro de cada uno de nosotros; solo hay que tener valor y confianza para dejarla brillar. Así como Luzia, aprendemos que la valentía y la amistad pueden vencer incluso a las sombras más oscuras.
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