Cuento: “El xoloitzcuintle que buscaba formas en las nubes”
Había una vez, en un pequeño pueblo de México, un xoloitzcuintle llamado Xolo. Este perrito era muy especial, no solo porque era un xoloitzcuintle, una raza antigua y mágica, sino porque tenía una curiosidad infinita por el cielo. Todos los días, después de jugar con sus amigos en el jardín, Xolo se tumbaba en la hierba fresca y miraba las nubes. Las nubes parecían bailar en el cielo, formando figuras extrañas y hermosas que despertaban su imaginación.
—¡Mira! —exclamó su amiga la tortuga Lala, asomando su cabecita entre las hojas—. Esa nube se parece a un dragón volador.
Xolo levantó la cabeza, con sus grandes ojos marrones brillando de emoción. —¡Tienes razón, Lala! Y esa otra nube parece un sombrero gigante. ¡Quiero ver más formas!
Un día, mientras buscaban formas en las nubes, Xolo decidió que debía emprender un viaje para encontrar la nube más hermosa del mundo. Así que se despidió de sus amigos, prometiendo regresar con una nube mágica.
—Ten cuidado, Xolo —le advirtió su amigo el colibrí Tico, revoloteando a su alrededor—. Las nubes pueden ser caprichosas y algunas pueden esconder sorpresas.
Xolo sonrió con valentía. —¡No te preocupes, Tico! Solo buscaré la más hermosa. Regresaré con historias que contar.
Con su corazón lleno de esperanza, Xolo partió. Caminó por praderas llenas de flores coloridas, cruzó ríos cantarines y subió montañas que parecían tocar el cielo. A medida que avanzaba, se encontraba con otros animales que también miraban las nubes.
Un día, en la cima de una colina, se encontró con una anciana lechuza llamada Doña Nube.
—Hola, pequeño xoloitzcuintle —dijo ella, con una voz suave y sabia—. ¿Qué te trae por aquí?
—Estoy buscando la nube más hermosa del mundo —respondió Xolo, con sus patas firmes en el suelo.
—La belleza de las nubes está en lo que cada uno ve —dijo Doña Nube—. A veces, las nubes más hermosas son aquellas que no podemos tocar.
Xolo se quedó pensando. ¿Qué quería decir con eso? Decidido a descubrirlo, continuó su camino. Un poco más adelante, encontró a un grupo de mariposas revoloteando sobre un campo de girasoles.
—¡Hola, mariposas! —saludó Xolo—. ¿Han visto la nube más hermosa?
—¡Sí! —gritaron las mariposas al unísono—. Pero no está aquí. Se encuentra más allá del bosque encantado.
Xolo sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. ¿Qué habría en el bosque encantado? Sin dudarlo, decidió seguir adelante.
Cuando llegó al bosque, se dio cuenta de que era muy diferente a lo que había imaginado. Los árboles eran altos y espigados, sus ramas se entrelazaban formando un techo verde. Los rayos de sol se filtraban entre las hojas, creando un juego de luces que hacía que el lugar se viera mágico. Pero había un problema.
De repente, una sombra oscura se interpuso en su camino. Era un enorme jaguar que bloqueaba la entrada a un claro donde, según le habían dicho las mariposas, se podía ver la nube más hermosa.
—¿Quién osa cruzar mi camino? —rugió el jaguar, mostrando sus afilados colmillos.
Xolo sintió un nudo en el estómago, pero recordó las palabras de Doña Nube. Debía ser valiente y buscar la belleza en cada situación.
—Soy Xolo, el xoloitzcuintle —dijo con firmeza—. Estoy en una búsqueda. Quiero ver la nube más hermosa del mundo.
El jaguar, sorprendido por la valentía de Xolo, lo miró de cerca. —¿Y qué harías si la ves?
—Le diría que cada figura que forma me cuenta una historia, que cada nube es un sueño que nos invita a volar —respondió Xolo con sinceridad.
El jaguar, impresionado por las palabras del pequeño xoloitzcuintle, sonrió y se apartó del camino. —Pasa, pequeño soñador. Quizás encuentres lo que buscas.
Xolo cruzó el claro y alzó la vista. Allí estaba, una nube gigantesca que brillaba con todos los colores del arcoíris. Era hermosa y mágica, flotando suavemente en el cielo.
—¡Increíble! —exclamó, con la mirada fija en ella—. ¡Es más hermosa de lo que imaginé!
Mientras Xolo admiraba la nube, algo sorprendente sucedió. La nube comenzó a cambiar de forma, convirtiéndose en figuras que danzaban en el aire. Vio un águila majestuosa, un pez dorado, y hasta un corazón que latía suavemente.
—¡Esto es asombroso! —gritó Xolo—. ¡Gracias por ser tan hermosa!
En ese momento, se dio cuenta de que la belleza no solo estaba en la nube, sino también en el viaje que había hecho y en las amistades que había forjado.
Lleno de alegría, Xolo regresó a su pueblo, donde todos sus amigos lo esperaban con ansias. Les contó sobre sus aventuras, el jaguar y la nube mágica que había encontrado.
—La nube me enseñó que la belleza se encuentra en los momentos y en las historias que compartimos —dijo Xolo, con una gran sonrisa—. No siempre tenemos que tocar algo para que sea hermoso.
Sus amigos aplaudieron y celebraron su regreso, felices de tenerlo de vuelta. Y así, cada vez que miraban las nubes juntos, recordaban que, al igual que Xolo, podían encontrar formas mágicas en ellas y, sobre todo, que lo importante es el viaje y los amigos que hacemos en el camino.
Moraleja del cuento “El xoloitzcuintle que buscaba formas en las nubes”
La belleza se encuentra en el camino recorrido, en las historias compartidas y en la amistad que cosechamos, más que en lo que vemos a simple vista. Siempre habrá formas mágicas en las nubes, pero lo más hermoso está en nuestro corazón y en quienes nos acompañan en la aventura de la vida.
Deja un comentario