El sapito que saltaba entre las estrellas

El sapito que saltaba entre las estrellas

Cuento: “El sapito que saltaba entre las estrellas”

En un rincón mágico del mundo, donde los ríos cantan y los árboles susurran secretos, vivía un pequeño sapito llamado Juanito. Este sapito no era como los demás; tenía un brillo especial en sus ojos que reflejaba la luz de las estrellas. Cada noche, mientras el cielo se cubría de estrellas titilantes, Juanito soñaba con saltar entre ellas. En su hogar, una charca rodeada de lirios y juncos, el pequeño sapito solía decirle a sus amigos: “Un día, saltaré tan alto que tocaré las estrellas”.

Sus amigos, las ranas Tita y Pepe, reían con cariño. “Juanito, no puedes saltar hasta el cielo. Eres solo un sapito”, le decían con voces suaves. Pero Juanito no se desanimaba. “Si lo puedo imaginar, lo puedo hacer”, respondía con determinación.

Una noche, mientras el aire estaba impregnado de un aroma a flores silvestres y el murmullo del río acompañaba su sueño, Juanito escuchó una melodía dulce que provenía del bosque. Era una música mágica, y sin pensarlo dos veces, decidió seguir el sonido. Se adentró entre los árboles, donde la luna iluminaba el sendero con un brillo plateado. Los árboles se mecían al ritmo de la música, y Juanito sintió que algo extraordinario estaba a punto de suceder.

De pronto, se encontró ante un gran árbol antiguo, cuyo tronco era tan ancho que varios sapitos juntos no podrían abrazarlo. En sus ramas, brillaban luces de colores, y en el centro, un viejo búho llamado Don Apolo lo miraba con ojos sabios. “¿Qué haces aquí, pequeño sapito?”, preguntó el búho, mientras sus plumas danzaban suavemente con el viento.

“Busco el modo de saltar entre las estrellas”, contestó Juanito con valentía. “Quiero sentir el cielo en mis patas y hacer que mis sueños se vuelvan realidad”.

Don Apolo sonrió, mostrando un pico curvado lleno de sabiduría. “Para lograrlo, necesitarás el coraje de tu corazón y la fuerza de la amistad. La estrella más brillante, la que te permitirá saltar, se encuentra en la cima de la montaña más alta. Pero ten cuidado, el camino no será fácil”.

Sin pensarlo dos veces, Juanito aceptó el desafío. Con un “gracias, Don Apolo”, se despidió y corrió de regreso a la charca. Al llegar, encontró a Tita y Pepe esperando ansiosos. “¿Qué pasó, Juanito?”, preguntó Tita, preocupada. “Encontré la manera de saltar entre las estrellas, pero necesito su ayuda”, dijo Juanito con emoción.

Pepe, siempre el más escéptico, frunció el ceño. “¿De verdad crees que podremos hacerlo?”, cuestionó. “Sí, juntos somos más fuertes”, afirmó Juanito. Tita asintió con una sonrisa, llena de fe en su amigo. “Si vamos juntos, podremos superar cualquier obstáculo”.

Así, al amanecer, los tres amigos partieron hacia la montaña. El camino era empinado y lleno de desafíos. Se encontraron con un río caudaloso que les impedía avanzar. “¿Cómo cruzaremos?”, se preguntó Tita. Juanito pensó por un momento y dijo: “¡Podemos construir una balsa con juncos!” Con trabajo en equipo, lograron construir una balsa y, con saltos y risas, cruzaron el río.

Más adelante, el sendero se cubrió de espinas y zarzas. Pepe se detuvo, asustado. “No puedo continuar, me duele”, dijo con una voz temblorosa. “Debemos ayudarlo”, dijo Tita, y Juanito asintió. “Pepe, si te agarras de mis patas, podemos saltar juntos”. Con determinación, Pepe se sujetó, y los tres amigos saltaron con fuerza, logrando salir del peligroso lugar.

Al llegar a la cima de la montaña, el sol comenzaba a ocultarse, y el cielo se pintaba de tonos anaranjados y morados. Allí, brillaba la estrella más luminosa, como un faro en la oscuridad. Juanito, lleno de alegría, se preparó para el salto. “Este es el momento, amigos”, exclamó. “Contemos juntos: uno, dos, ¡tres!”

Los tres sapitos saltaron con todas sus fuerzas. Para su sorpresa, en lugar de caer, comenzaron a flotar hacia el cielo. La magia de la estrella los envolvió, y Juanito se sintió ligero como una pluma. Las estrellas los recibieron con brazos abiertos, y los tres amigos comenzaron a danzar entre ellas, riendo y brillando.

“¡Mira, Juanito! ¡Estamos entre las estrellas!”, gritó Tita, mientras Pepe daba saltos de alegría. La experiencia fue mágica; los sapitos se sentían en casa, rodeados de luces y melodías. Juanito entendió que el verdadero poder de sus sueños no solo radicaba en saltar, sino en tener amigos que lo apoyaran.

Cuando la noche terminó, la estrella les devolvió a su charca. Aunque habían regresado a su hogar, algo había cambiado en ellos. Juanito sonrió, mirando a sus amigos. “Hicimos lo que parecía imposible, gracias a nuestra amistad”.

Desde entonces, cada noche, Juanito y sus amigos miraban las estrellas desde la charca, recordando la aventura mágica que habían vivido. Y aunque ya no saltaron hacia el cielo, siempre supieron que los sueños, con fe y amistad, pueden llevarnos a lugares increíbles.

Moraleja del cuento “El sapito que saltaba entre las estrellas”

Los sueños se alcanzan con el coraje y la amistad; juntos, podemos volar tan alto como las estrellas.

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Abraham Cuentacuentos


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