El río que traía canciones de primavera

El río que traía canciones de primavera

Cuento: “El río que traía canciones de primavera”

En un pequeño pueblo llamado Valle Alegre, donde las flores brotaban con el despertar de la primavera, un río cristalino corría alegremente entre los campos de maíz y frutales. Los aldeanos decían que el río, al que llamaban Río Melodioso, no solo traía agua fresca, sino también canciones mágicas que llenaban el aire con dulces melodías cada vez que la brisa soplaba.

Un día, mientras los niños jugaban en la orilla del río, un niño llamado Emiliano se acercó a su amiga Sofía y le dijo: “¿Escuchas eso? ¡El río está cantando más fuerte hoy!” Sofía, con su cabello rizado y sus ojos brillantes, se asomó al agua y sonrió. “Sí, Emiliano, ¡es como si el río tuviera una fiesta! Vamos a ver qué más nos cuenta.”

Los dos amigos, llenos de curiosidad, se sentaron en una roca grande y escucharon con atención. Las aguas susurraban melodías suaves que hablaban de flores danzantes, mariposas coloridas y el sol dorado que iluminaba el mundo. Pero, de repente, la música se detuvo. Un silencio profundo invadió el aire, y el río pareció entristecerse.

“¿Por qué dejó de cantar?” preguntó Sofía, frunciendo el ceño. Emiliano pensó por un momento y luego dijo: “Quizás algo le preocupa. Debemos averiguarlo.” Así, decidieron seguir el curso del río, con la esperanza de encontrar la causa de su tristeza.

A medida que avanzaban, notaron que el paisaje se transformaba. Los árboles eran más altos y frondosos, y las flores lucían más vibrantes. Pero también se dieron cuenta de que el agua del río empezaba a ensuciarse, y pequeñas basuras flotaban en su superficie. “Mira, Sofía, ¡esto no puede ser bueno!” exclamó Emiliano. “Debemos ayudar al río a volver a ser feliz.”

Con determinación, los dos amigos comenzaron a recoger la basura que encontraban. “¡Mira esta botella! ¡Y este plástico!” decía Sofía mientras llenaba su mochila. Pero mientras limpiaban, se dieron cuenta de que la tarea era más grande de lo que pensaban. “No podemos hacerlo solos,” dijo Emiliano, mirando alrededor. “¡Necesitamos ayuda!”

Así que decidieron regresar al pueblo y convocar a todos sus amigos. Juntos, formaron un grupo llamado “Los Guardianes del Río” y organizaron una gran jornada de limpieza. “¡El Río Melodioso necesita nuestra ayuda! Si trabajamos juntos, podemos devolverle su música,” proclamó Emiliano en la plaza del pueblo.

La noticia se esparció como el viento entre las flores. Los aldeanos, tocados por la valentía de los niños, se unieron al esfuerzo. Con palas, bolsas y mucha energía, comenzaron a limpiar la orilla del río. La risa y la música de los niños llenaron el aire, mientras los adultos compartían historias y cantaban viejas canciones que hacían eco en el bosque.

Después de un día de arduo trabajo, el río lucía más limpio que nunca. Sofía se acercó a la orilla y, con una sonrisa radiante, dijo: “¡Mira, Emiliano! El agua brilla como el sol.” Justo en ese momento, una suave brisa sopló y el río, como si agradeciera el esfuerzo de todos, comenzó a cantar de nuevo. Las melodías fluyeron con fuerza, y todos se unieron en un baile alegre, sintiendo la alegría que el río les devolvía.

Pero, en medio de la celebración, un gran estruendo interrumpió la música. De repente, una gran tormenta se acercó, trayendo vientos huracanados y relámpagos. “¡Debemos buscar refugio!” gritó un anciano del pueblo. Los Guardianes del Río, sin pensarlo dos veces, corrieron hacia un árbol enorme que servía como refugio.

Mientras esperaban a que la tormenta pasara, Sofía miró a su alrededor y se dio cuenta de que no todos estaban allí. “¡Faltan algunos niños!” exclamó, alarmada. “No podemos dejar que se mojen.” Emiliano, siempre valiente, dijo: “¡Vamos a buscarlos!” Sin dudarlo, los dos amigos se lanzaron de nuevo a la tormenta, buscando entre los arbustos y llamando a sus amigos.

Después de un tiempo, encontraron a una pequeña niña llamada Valentina, asustada y sola bajo un arbusto. “¡No te preocupes, estamos aquí!” dijo Emiliano, extendiendo su mano. Sofía la abrazó y juntos la llevaron de vuelta al refugio, donde todos esperaban con ansias.

Cuando la tormenta finalmente se calmó, el sol apareció de nuevo, y el río brillaba con más fuerza que nunca. “¡El río está feliz otra vez!” gritó Sofía. Todos los niños comenzaron a cantar junto con el río, creando una melodía hermosa que resonaba por todo el Valle Alegre.

Esa primavera, los Guardianes del Río aprendieron que trabajar en equipo y cuidar de su entorno podía traer felicidad a todos. Las canciones del río nunca dejaron de sonar, y cada vez que alguien escuchaba su música, recordaba el valor de la amistad, la unión y el respeto por la naturaleza.

Moraleja del cuento “El río que traía canciones de primavera”

Cuidar de la naturaleza es cuidar de nosotros mismos; la unión y el amor siempre traerán alegría y melodía a nuestras vidas.

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Abraham Cuentacuentos


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