El rebozo mágico de la abuela

El rebozo mágico de la abuela

Cuento: “El rebozo mágico de la abuela”

En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos, vivía una dulce abuela llamada Doña Chole. Con su cabello plateado y ojos brillantes como estrellas, siempre contaba historias fascinantes a su nieta, Lucía. La abuela era famosa en todo el pueblo no solo por sus relatos, sino también por su rebozo mágico, tejido con hilos de amor y risas, que siempre llevaba consigo. Este rebozo, de colores vibrantes que reflejaban los atardeceres de México, guardaba secretos que solo Doña Chole conocía.

Un día, mientras el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, Lucía, con su curiosidad innata, le preguntó a su abuela: “¿Qué tiene de especial tu rebozo, abuela?” Doña Chole sonrió, acariciando suavemente la tela. “Este rebozo tiene el poder de llevarnos a lugares mágicos, siempre y cuando tengamos el corazón puro y el deseo de ayudar a los demás”, explicó.

Lucía, emocionada, no podía contener su alegría. “¡Quiero ver esos lugares mágicos!” exclamó, sus ojos brillando con esperanza. La abuela, con un guiño, decidió que era el momento perfecto para enseñarle el poder del rebozo. “Esta noche, cuando las estrellas estén en su máximo esplendor, lo usaremos para una aventura”, dijo mientras comenzaba a atar el rebozo alrededor de sus hombros.

Al caer la noche, las estrellas brillaban intensamente, y el aire estaba impregnado del dulce aroma de las flores nocturnas. Doña Chole tomó la mano de Lucía y, juntas, se envolvieron en el rebozo. Con un suave movimiento, el rebozo comenzó a brillar y, en un instante, se encontraron en un bosque encantado. Los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, y sus hojas susurraban secretos al viento.

“¡Mira, abuela!” dijo Lucía, señalando un arroyo que brillaba con luces de colores. Al acercarse, notaron que en el agua nadaban peces que emitían melodías suaves y armoniosas. “Este es el Lago de los Susurros”, explicó Doña Chole. “Se dice que quien escuche su música, podrá comprender el lenguaje de la naturaleza”.

Lucía cerró los ojos y se concentró. De repente, pudo escuchar a los árboles hablando entre ellos. “¡Mira qué maravilla!” dijo emocionada. “Están diciendo que necesitan ayuda porque una sombra oscura está robando la luz del sol”.

La abuela asintió. “Eso significa que debemos ayudarles. La bondad siempre es recompensada”, dijo, y juntas comenzaron a seguir el murmullo de las aguas hacia un claro donde la sombra oscura se hacía cada vez más grande.

Al llegar al claro, se encontraron con un enorme monstruo hecho de nubes grises, que se movía pesadamente y tenía ojos que destilaban tristeza. “¿Quiénes son ustedes, pequeñas?” preguntó la sombra con una voz profunda y melancólica.

“Soy Doña Chole y ella es mi nieta Lucía. Hemos venido a ayudar”, respondió la abuela con valentía. Lucía, temblando un poco, se atrevió a preguntar: “¿Por qué robas la luz del sol?”.

El monstruo suspiró. “Una vez fui un espíritu de luz, pero perdí mi camino y me volví oscuro porque nadie se preocupó por mí. Ahora, envidio la felicidad de los demás y busco la luz que me falta”, confesó con tristeza.

Lucía, sintiendo compasión, se acercó al monstruo y le dijo: “No necesitas ser oscuro. Puedes encontrar tu luz otra vez. ¿Por qué no nos dejas ayudarte a volver a ser el espíritu de luz que eras?”. La abuela asintió, y juntas comenzaron a buscar en el bosque algo que pudiera ayudar al monstruo a encontrar su luz perdida.

Explorando el bosque, se encontraron con una hermosa flor de oro que brillaba intensamente. “Esta flor puede devolver la luz a tu corazón”, dijo Doña Chole, mientras Lucía sostenía la flor con delicadeza. “Solo necesitas creer en ti mismo”.

Con un gesto suave, le ofrecieron la flor al monstruo. “Toma esto y recuerda lo que eres en tu esencia”, dijo Lucía con dulzura. El monstruo, con lágrimas en los ojos, aceptó la flor y, al tocarla, un resplandor comenzó a emanar de su ser. La sombra se fue desvaneciendo, y en su lugar apareció un hermoso espíritu de luz que sonrió con gratitud.

“Gracias, pequeñas. He recuperado mi esencia. Ahora puedo iluminar el camino de los que están perdidos”, dijo el espíritu con una voz suave como un canto de ángeles. Con un giro de su mano, hizo que un rayo de luz se proyectara hacia el cielo, iluminando todo el bosque y llenándolo de vida.

“Debemos irnos ahora”, dijo Doña Chole, tomando la mano de Lucía. Pero antes de partir, el espíritu les regaló una pequeña chispa de luz que, al tocar el rebozo, hizo que se llenara de colores aún más vibrantes. “Llévenme en su corazón, y siempre recordaré su bondad”, prometió el espíritu mientras desaparecía en una lluvia de destellos.

Con una sonrisa en el rostro y el rebozo lleno de magia, Lucía y su abuela regresaron a su hogar. Desde ese día, el rebozo de Doña Chole no solo se convirtió en un símbolo de aventuras, sino también de amor y compasión.

A cada paso que daban, las historias del bosque encantado y el espíritu de luz se volvían más entrañables, recordando a todos en el pueblo que la bondad puede iluminar incluso las sombras más oscuras. Lucía aprendió que, con valentía y amor, se pueden cambiar corazones y devolver la luz a aquellos que la han perdido.

Moraleja del cuento “El rebozo mágico de la abuela”

La bondad en el corazón brilla como el sol, iluminando caminos y sanando almas; nunca subestimes el poder de un gesto amable, pues en él reside la magia más grande de todas.

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Abraham Cuentacuentos


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