El puente de pétalos que construyeron las hadas

El puente de pétalos que construyeron las hadas

Cuento: “El puente de pétalos que construyeron las hadas”

Había una vez, en un rincón escondido de la vasta selva mexicana, un mágico lugar conocido como el Jardín de las Mariposas. Este jardín era famoso no solo por sus colores vibrantes y su fragancia embriagadora, sino también por las hadas que lo habitaban. Cada mañana, cuando el sol despuntaba y sus rayos dorados acariciaban las hojas verdes, las hadas se reunían en un claro iluminado por el rocío matutino. Sus risas eran como música suave, y su alegría llenaba el aire de chispa.

Entre todas ellas, había una hada llamada Itzel, que tenía un brillo especial en sus ojos, como si llevara en su corazón la luz de las estrellas. Itzel era conocida por su creatividad y su gran amor por la naturaleza. Siempre se le veía rodeada de flores, creando coronas de pétalos que usaba en sus cabellos de hilos dorados. Su mejor amiga, una mariposa llamada Tzintzuntli, volaba a su alrededor, siempre dispuesta a ayudarla en sus aventuras.

Un día, mientras exploraban el jardín, Itzel y Tzintzuntli escucharon un lamento suave que provenía de la orilla del lago de aguas cristalinas. Curiosas, se acercaron y encontraron a un pequeño venado llamado Cuauhtémoc, atrapado en la orilla. “¿Qué te sucede, pequeño amigo?” preguntó Itzel, agachándose para mirar al venado a los ojos.

“Estoy perdido,” sollozó Cuauhtémoc, “mi madre me dejó aquí mientras buscaba comida, pero no puedo cruzar este lago para volver a ella. El agua es muy profunda y no sé nadar.” Las lágrimas del venado brillaban como perlas en su suave pelaje.

Itzel, con su corazón lleno de empatía, pensó rápidamente. “No te preocupes, Cuauhtémoc. Juntas, podemos encontrar una manera de ayudarte.” Tzintzuntli revoloteó a su alrededor, emocionada por la idea de ayudar a su nuevo amigo.

Las hadas se pusieron a trabajar. Itzel, con su magia, comenzó a recolectar pétalos de las flores más bellas del jardín. “Si construimos un puente de pétalos, podrás cruzar el lago sin problema,” dijo mientras guiñaba un ojo a Tzintzuntli. Pero había un problema: los pétalos eran ligeros, y con la brisa, era difícil mantenerlos juntos.

“¡Yo tengo una idea!” exclamó Tzintzuntli, revoloteando emocionada. “Podemos usar hilos de seda de las arañas para atar los pétalos. Así, el puente será más fuerte.” Las hadas se pusieron a buscar hilos de seda en los rincones más recónditos del jardín.

Con mucho esfuerzo y risas, comenzaron a unir los pétalos. Las flores que usaron eran de todos los colores: rosas, amarillas, moradas y blancas, creando un arcoíris de belleza sobre el agua. Al final, lograron construir un puente brillante y fragante que flotaba sobre el lago como una obra maestra de la naturaleza.

“¡Mira, Cuauhtémoc! ¡Tu puente está listo!” gritó Itzel, mientras el venado observaba con asombro. “Ahora podrás cruzar.” Con un leve temblor en sus patas, Cuauhtémoc dio un paso adelante y, con cada paso que daba, el puente de pétalos se mecía suavemente, como si lo abrazara. El venado sonrió al sentir la frescura de los pétalos bajo sus patas, y con determinación, comenzó a cruzar.

Sin embargo, en ese momento, una nube oscura apareció de la nada, cubriendo el sol y trayendo un viento frío. Itzel miró al cielo preocupada. “¡Debemos apresurarnos! Si el viento sopla con fuerza, el puente podría deshacerse.” Las hadas y Tzintzuntli se unieron, usando su magia para mantener el puente estable.

Cuauhtémoc se movía rápidamente, pero el viento comenzó a soplar con fuerza. Justo cuando estaba a punto de caer, las hadas elevaron sus manos y comenzaron a cantar una canción mágica. “Con la fuerza de nuestra amistad, un puente nunca caerá,” entonaron al unísono. Al oír su canto, el viento se calmó, como si la naturaleza misma respondiera a su llamado.

Con un último esfuerzo, Cuauhtémoc dio un salto final y llegó a la orilla. “¡Lo logré!” gritó, saltando de alegría. Itzel y Tzintzuntli se abrazaron mientras miraban a su nuevo amigo, que estaba emocionado y agradecido. “¡Gracias, hadas! Ustedes son las mejores amigas que uno puede tener.”

La nube oscura se disipó, y el sol volvió a brillar con fuerza, llenando el jardín de luz. Cuauhtémoc, agradecido, prometió que siempre recordaría la bondad de las hadas y que nunca olvidaría la belleza del puente de pétalos. Desde ese día, el venado se convirtió en un visitante frecuente del jardín, compartiendo historias y risas con Itzel y Tzintzuntli.

Y así, en el Jardín de las Mariposas, el puente de pétalos se convirtió en un símbolo de amistad y cooperación. Las hadas, junto con Cuauhtémoc y Tzintzuntli, enseñaron a todos los habitantes del bosque que, cuando se trabaja en equipo, no hay desafío que no se pueda superar.

Moraleja del cuento “El puente de pétalos que construyeron las hadas”

La amistad y la colaboración son las fuerzas que nos permiten superar cualquier obstáculo; unidas, nuestras diferencias florecen como pétalos en un hermoso puente.

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Abraham Cuentacuentos


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