El niño que tocaba la flauta de las estrellas

El niño que tocaba la flauta de las estrellas

Cuento: “El niño que tocaba la flauta de las estrellas”

Había una vez, en un pequeño pueblo mexicano llamado San Estrellita, un niño llamado Mateo. Era un niño de ojos brillantes y cabello alborotado, que siempre soñaba con aventuras. A menudo, lo encontraban sentado bajo un viejo árbol de nanches, tocando una flautita hecha de caña de azúcar que su abuelita le había regalado. Aunque su flauta era simple, el sonido que producía era mágico, lleno de notas dulces que hacían que los pájaros se detuvieran a escuchar y que las flores se meceran al ritmo de su melodía.

Una noche, mientras Mateo tocaba su flauta bajo el cielo estrellado, un brillo inusual atrajo su atención. Al levantar la mirada, vio una estrella fugaz que danzaba en el cielo. Sin pensarlo, sopló suavemente en su flauta, y en ese instante, algo increíble sucedió: la estrella fugaz se detuvo y comenzó a descender hacia él, iluminando el campo con un resplandor plateado. Cuando la estrella tocó el suelo, se transformó en una pequeña hada de luz llamada Estrellita, que tenía alas brillantes y una risa melodiosa.

—Hola, Mateo —dijo el hada, con voz suave como un susurro del viento—. He escuchado la hermosa música de tu flauta y he venido a agradecerte. Tu melodía tiene el poder de despertar la magia de las estrellas.

Mateo, sorprendido y emocionado, preguntó:

—¿De verdad? ¿Puedo aprender a tocar una flauta que haga volar a las estrellas?

Estrellita sonrió y, con un movimiento de su mano, hizo aparecer una flauta que brillaba con luz propia.

—Esta es la flauta de las estrellas. Con ella, podrás tocar melodías que llevarán a las estrellas a danzar en el cielo. Pero cuidado, joven músico, hay un reto que deberás superar. Un malvado brujo llamado Tenebris quiere apoderarse de la luz de las estrellas para hacer que el mundo se sumerja en la oscuridad. Solo tú puedes detenerlo, y la música de esta flauta te guiará.

Mateo, sintiendo una mezcla de valentía y miedo, aceptó el desafío. Junto a Estrellita, partió hacia la cueva oscura donde Tenebris habitaba. En el camino, pasaron por prados llenos de flores, ríos que brillaban como cristal y montañas que parecían tocar el cielo. Cada vez que Mateo tocaba la flauta, la naturaleza respondía con un resplandor que iluminaba su camino, como si las estrellas mismas lo acompañaran.

Al llegar a la cueva, el ambiente se tornó frío y sombrío. Las sombras danzaban a su alrededor, y un eco aterrador resonó en el aire. De repente, apareció Tenebris, un hombre alto con una capa oscura que parecía absorber toda la luz.

—¿Qué hace un niño como tú aquí? —rugió el brujo, sus ojos centelleando como brasas—. Las estrellas son mías, y nadie podrá detenerme.

Mateo, sintiendo el temor en su pecho, recordó las palabras de Estrellita y tomó una profunda respiración. Levantó la flauta de las estrellas y comenzó a tocar una melodía suave, una canción que hablaba de esperanza y luz. La música llenó la cueva, haciendo que las sombras retrocedieran.

Tenebris, confundido por la belleza de la melodía, se detuvo. Sus ojos, antes llenos de maldad, comenzaron a brillar con nostalgia.

—¿Qué es esto? —preguntó, sorprendido—. No he escuchado algo así en siglos.

—Es la música de las estrellas —respondió Mateo con valentía—. Es un canto de amor y esperanza. Las estrellas no pertenecen a nadie, y su luz debe ser compartida con todos.

La música resonó con tal fuerza que la cueva empezó a temblar. Las paredes se iluminaban y las sombras se desvanecían. Al ver el poder de la melodía, Tenebris sintió algo que había olvidado: la alegría de compartir, la calidez de la luz. Sus manos, antes llenas de oscuridad, comenzaron a brillar con un suave resplandor.

—No puedo… resistir —murmuró el brujo, y poco a poco, su maldad se desvaneció, reemplazada por una suave luz que iluminó la cueva.

Finalmente, el corazón de Tenebris se transformó, y la oscuridad que lo rodeaba se disipó. Con un gesto, el brujo se convirtió en un guardián de las estrellas, prometiendo proteger la luz en lugar de apoderarse de ella.

Mateo, Estrellita y Tenebris regresaron a San Estrellita, donde la gente del pueblo se sorprendió al ver cómo la luz de las estrellas danzaba en el cielo. Desde entonces, cada vez que Mateo tocaba la flauta, las estrellas respondían, llenando la noche de luz y música.

El niño que tocaba la flauta de las estrellas se convirtió en un símbolo de amistad y unidad, y su historia se contaba de generación en generación. Los habitantes de San Estrellita aprendieron que, con amor y música, incluso la oscuridad puede transformarse en luz.

Moraleja del cuento “El niño que tocaba la flauta de las estrellas”

La música de un corazón sincero puede iluminar incluso los rincones más oscuros, recordándonos que la amistad y la esperanza son más poderosas que la maldad.

Deja tu opinión sobre este contenido

Déjame en los comentarios si te latió este relato o no. Y si te quieres lucir, échale ganas y comparte ideas, cambios o variaciones para darle más sabor a la historia.

Abraham Cuentacuentos


Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *