Cuento: “El mono que quería tocar las estrellas”
En lo profundo de la selva mexicana, donde los árboles se elevan como torres de verde esmeralda y los ríos murmuran suaves melodías, vivía un pequeño mono llamado Chispas. Chispas era un mono travieso y curioso, con un pelaje dorado que brillaba al sol como el oro. Sus ojos eran grandes y expresivos, siempre llenos de preguntas y sueños. Mientras sus amigos jugaban entre las ramas, Chispas solía mirar hacia el cielo, fascinado por las estrellas que parpadeaban como diamantes en la oscuridad.
Una noche, mientras el resto de los animales se acurrucaban en sus nidos, Chispas se quedó mirando el cielo estrellado. “¡Quiero tocar las estrellas!”, exclamó con entusiasmo. Sus amigos, el loro Paco y la tortuga Tita, se rieron y le dijeron: “¡Eso es imposible, Chispas! Las estrellas están muy lejos”. Pero Chispas no se desanimó; su corazón estaba lleno de determinación.
“Si no puedo tocar las estrellas, al menos puedo intentar alcanzarlas”, pensó. Así que, al amanecer, decidió que construiría un gran artilugio para volar. “Voy a hacer un globo con hojas de palma y flores”, anunció a sus amigos. Paco, siempre el bromista, se rió. “¿Y cómo piensas inflarlo, Chispas? ¿Con tu aliento de mono?”, bromeó. Pero Tita, con su sabiduría de anciana, le dijo: “Si es tu sueño, Chispas, debes intentarlo. A veces, los sueños requieren esfuerzo y creatividad”.
Motivado por las palabras de Tita, Chispas se puso a trabajar. Durante días, recolectó hojas, lianas y flores coloridas. Se subió a las ramas más altas, donde el aire fresco lo llenaba de energía. Con la ayuda de sus amigos, unió todo con cuidado, creando un hermoso globo que danzaba con la brisa. “¡Mira lo que he hecho!”, gritó Chispas con alegría.
El día del gran lanzamiento llegó. Todos los animales de la selva se reunieron alrededor de Chispas, llenos de curiosidad. “¿Estás listo, Chispas?”, le preguntó Tita, su voz llena de aliento. “¡Listo como nunca!”, respondió él, su corazón latiendo con fuerza. Chispas subió al globo, y con un soplo de aire, comenzaron a elevarse lentamente hacia el cielo.
El viento jugaba con el globo, llevándolo más alto y más alto. Chispas reía a carcajadas, sintiendo la emoción de volar. Pero de repente, una fuerte ráfaga de viento sacudió el globo, llevándolo en una dirección inesperada. “¡Oh no!”, gritó Chispas, asustado. El globo se descontroló y se dirigió hacia un oscuro y denso bosque. “¡Ayuda!”, pidió desesperadamente.
Paco, que había estado volando junto a ellos, gritó: “¡Sujétate, Chispas! ¡Vamos a buscarte!” Y así, los amigos volaron tras él, haciendo todo lo posible para alcanzarlo. Cuando finalmente Chispas aterrizó en un claro del bosque, el globo se desinfló y él cayó suavemente en un montón de hojas. Aunque asustado, se dio cuenta de que estaba bien. “¡Estoy aquí!”, dijo, aliviado.
Los animales llegaron poco después, preocupados pero felices de encontrarlo sano y salvo. “¿Qué pasó, Chispas?”, preguntó Tita. “¡Fue increíble! ¡Pude ver todo desde el cielo! Pero el viento me llevó a este lugar”, respondió, mirando a su alrededor. El bosque era hermoso, lleno de flores exóticas y sonidos desconocidos.
“Tal vez no toqué las estrellas, pero he descubierto algo más”, continuó Chispas, su mirada brillando con emoción. “He visto la belleza de la selva desde lo alto. Y aunque no toqué las estrellas, estoy cerca de un lugar lleno de maravillas”. Todos los animales asintieron, comprendiendo que la aventura de Chispas les había enseñado a valorar la belleza de su hogar.
Con la ayuda de sus amigos, Chispas regresó a la selva, donde sus sueños continuaron. Ya no solo soñaba con tocar las estrellas, sino que ahora deseaba explorar cada rincón de la selva, cada río, cada árbol, y cada flor.
Así, Chispas y sus amigos vivieron muchas más aventuras, llenando sus días de risas, aprendizaje y amistad. Y aunque nunca pudo tocar las estrellas, aprendió que la verdadera magia se encuentra en los sueños que perseguimos y en los amigos que nos acompañan.
Moraleja del cuento “El mono que quería tocar las estrellas”
A veces, los sueños más altos no se alcanzan, pero el viaje y las amistades que hacemos en el camino son las verdaderas estrellas que iluminan nuestro corazón.
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