El castillo de obsidiana en la cima del volcán

El castillo de obsidiana en la cima del volcán

Cuento: “El castillo de obsidiana en la cima del volcán”

En un reino lejano, donde el sol brillaba con intensidad y las nubes parecían bailar en el cielo azul, se erguía un majestuoso volcán llamado Xochitl. En su cima, escondido entre la neblina y las rocas brillantes, se encontraba el castillo de obsidiana, un lugar que parecía estar hecho de las estrellas mismas. Sus muros eran negros y relucían como un espejo, reflejando la luz del día y la luna por la noche. Los aldeanos del pueblo cercano contaban historias sobre la princesa Nahual, quien vivía en el castillo y poseía un corazón tan puro como el agua de un manantial.

La princesa Nahual, con su cabello largo y dorado que brillaba como el oro, pasaba sus días observando la belleza de su reino desde las altas torres de obsidiana. Su risa era como música, y todos en el pueblo la amaban. Sin embargo, había un secreto que guardaba celosamente: un dragón llamado Tezcatlipoca, que había sido encantado por una poderosa bruja, habitaba en las profundidades del volcán. Aunque el dragón no era malvado, su magia era peligrosa, y todos temían que un día pudiera despertar y causar estragos.

Una mañana, mientras Nahual paseaba por los jardines del castillo, un joven valiente llamado Cuauhtémoc llegó al pueblo. Tenía el espíritu audaz de un guerrero y los ojos llenos de sueños. “¿Quién es la hermosa princesa que vive en el castillo de obsidiana?” preguntó al ver su esplendor desde la lejanía. La gente del pueblo le habló sobre Nahual y el dragón, advirtiéndole sobre el peligro que representaba, pero la curiosidad de Cuauhtémoc era más fuerte que el miedo.

“Debo conocerla”, dijo Cuauhtémoc con determinación. Así que emprendió su camino hacia la cima del volcán, subiendo por senderos empinados y llenos de piedras brillantes. Al llegar a la puerta del castillo, se encontró con una gran puerta tallada en obsidiana. Llamó con fuerza, y al instante, la puerta se abrió, revelando la figura radiante de la princesa Nahual.

“Bienvenido, valiente viajero. ¿Qué te trae a mi hogar?” preguntó Nahual, con una voz dulce como la miel. Cuauhtémoc, sin dudarlo, le contó su deseo de conocerla y de escuchar la verdad sobre el dragón. Ella lo escuchó con atención, y en sus ojos había un destello de preocupación.

“Tezcatlipoca es un dragón de poder inmenso, pero también de gran tristeza”, explicó Nahual. “Él fue encerrado en el volcán por una maldición. Su magia es lo que mantiene el equilibrio en nuestra tierra, pero también puede causar un gran caos si se desata. Debemos encontrar una manera de ayudarlo.”

Movido por su bondad, Cuauhtémoc se ofreció a ayudar a la princesa. “Juntos, encontraremos la forma de romper la maldición”, afirmó. Así, ambos decidieron descender al volcán, enfrentándose a la oscura cueva donde Tezcatlipoca dormía. La cueva era profunda y llena de ecos misteriosos, y el aire se sentía cargado de energía.

Mientras se adentraban, encontraron un enorme mural en la pared que narraba la historia del dragón. “Debemos entender su historia”, dijo Cuauhtémoc. “Quizás allí esté la clave para liberar su espíritu.” Así, comenzaron a descifrar los símbolos, y con cada imagen, comprendieron que Tezcatlipoca había sido un guardián del fuego sagrado, protector de la tierra, hasta que fue traicionado por aquellos que temían su poder.

“Debemos mostrarle que aún puede ser un protector”, propuso Nahual. “Debemos recordarle su verdadera naturaleza.” Cuauhtémoc asintió, decidido. Pero en ese momento, un rugido resonó en la cueva, y Tezcatlipoca despertó. Sus ojos ardían como brasas, y el aire se llenó de una calidez intensa. “¿Quiénes son ustedes que se atreven a perturbar mi sueño?” bramó el dragón.

Con valentía, Cuauhtémoc dio un paso adelante. “Venimos en son de paz, Tezcatlipoca. No deseamos hacerte daño. Queremos ayudarte a recordar quién eres.” El dragón, confundido, frunció el ceño. “¿Ayudarme? ¿Por qué deberían hacerlo? Todos me temen.”

Nahual se acercó y con una voz suave le dijo: “No debes ser un monstruo, Tezcatlipoca. Eres un guardián, un protector de esta tierra. Los humanos te temen porque no entienden tu poder. Permítenos ayudarte a liberar tu espíritu.”

Los ojos del dragón comenzaron a cambiar. En lugar de rabia, mostraban tristeza. “¿Y si fallo de nuevo? ¿Y si el mundo no me acepta?” preguntó con un tono quebrantado. “Tienes que creer en ti mismo”, dijo Cuauhtémoc, recordando la fuerza que había sentido en su interior. “Tu poder puede ser una bendición, no una maldición.”

Entonces, Nahual, Cuauhtémoc y Tezcatlipoca se unieron en un círculo. Juntos, comenzaron a cantar un antiguo canto de unión y sanación, resonando en las paredes de obsidiana. A medida que lo hacían, la cueva se iluminó con luces brillantes, y el dragón sintió que su magia fluía libremente.

En un instante, la maldición se rompió. Tezcatlipoca se transformó en un dragón de esplendor, con escamas que brillaban como el sol y alas que expandían el cielo. “Gracias”, dijo con gratitud. “He recuperado mi esencia. Prometo proteger este reino y ser un aliado de la humanidad.”

Desde aquel día, el volcán Xochitl se convirtió en un lugar de armonía, donde la princesa Nahual, Cuauhtémoc y Tezcatlipoca trabajaron juntos para cuidar la tierra y sus habitantes. La gente del pueblo aprendió a respetar la magia del dragón y a celebrar la amistad que había nacido entre ellos. Así, el castillo de obsidiana no solo fue un hogar para la princesa, sino un símbolo de valentía, comprensión y la unión de seres diferentes.

Moraleja del cuento “El castillo de obsidiana en la cima del volcán”

A veces, los más grandes miedos pueden convertirse en las más hermosas amistades, si tenemos el valor de entender y aceptar a los demás tal como son.

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Abraham Cuentacuentos